jueves, 8 de agosto de 2013

Descontar

Hay un proverbio hindú que dice que envejecemos, enfermamos y morimos, porque hemos visto a otros envejecer, enfermar y morir. Aunque puede sonar metafórico, es motivo de observación descubrir qué tanto de nuestros procesos físicos de deterioro, salud o condiciones para la vida se derivan de ciertas programaciones colectivas con respecto al tiempo y a la edad.


Si revisamos los mapas que tenemos construidos en la mente, encontraremos que mucho de lo que queremos, a lo que aspiramos o tenemos, está organizado cronológicamente como en una tabla de conteo. A cierta edad ya debimos de haber hecho o logrado ciertas cosas, así como también tener una apariencia determinada.



Efectivamente hay edades para todo, sin embargo la vida es mucho más que un esquema plano. Ahora más que nunca, con todos los cambios a nivel individual, familiar y social que parecen descomponer a las estructuras tradicionales,  los conteos sobre las edades generan mucha frustración.



Cuántas veces cuestionamos nuestras vidas porque supuestamente a la edad que tenemos ya deberíamos haber formado una familia sólida, estar en un trabajo estable, tener una casa, etc. 
El logro de objetivos es positivo, pero su contraparte cuando proviene de una programación hipnótica, es que al no obtenerlo sentimos que hemos fracasado, y también está cargada de creencias como que a cierta edad ya tenemos que pintar canas y sentir los achaques o enfermedades propios de esos años.



El cuerpo obedece a la mente, y si ésta está cargada de paquetes de información que indican detrimento, así será. El cuerpo físico tiene su propio ciclo, pero descubrir qué tanto de lo que creemos marca su aceleración tal vez nos dejaría sorprendidos.



Con la velocidad de los cambios que enfrentamos a todos niveles, podríamos soltar aunque sea por un momento las relaciones edad, logro de objetivos, y en su lugar, concedernos el espacio de sentir si lo que buscamos es lo que realmente anhelamos, o si en las cosas que invertimos tiempo, dinero y energía son realmente para la realización de nuestro ser o para la complacencia de los demás, y si eso nos lleva a estar en paz o en guerra con nosotros mismos.



Es diferente invertir en cosas externas que sólo generan acumulación o alivio momentáneo, que en experiencias. La perspectiva cambia completamente cuando soltamos un número cronológico en bloques de décadas, para poner en su lugar valores internos.



No es lo mismo ir al gimnasio para obtener un cuerpo que todos vean, que el disfrute del movimiento y la respuesta de la increíble maquinaria humana. Las personas que lucen jóvenes aun en una edad madura están más alejadas de las programaciones colectivas que el resto.



Como simple experimento sería interesante desconectarse, aunque sea por unos días, de todo eso que colectivamente hemos determinado como cronograma para una oficina y un molde prefabricado para llevar la vida. Somos infinitamente más e incalculablemente mejores que en nuestros sueños más salvajes.

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