sábado, 14 de septiembre de 2013

Equilibrio

La mejor señal de equilibrio en una vida es un sentimiento de bienestar, optimismo y una clara conciencia. La base para lograrlo es cuidar la propia espiritualidad, conservar en todo momento un espíritu apacible, afable y reflexivo. De ese modo sabré intuitivamente como satisfacer las diversas responsabilidades. Sólo puedo dar a los demás lo mejor de mí mismo cuando estoy en plena forma.

Para sentir este estado de plenitud debo fortalecer mi capacidad de permanecer estable ante las diferentes situaciones y escenas de la vida. Y junto a la estabilidad, tengo que desarrollar la habilidad de mantener un equilibrio entre:
Ser alegre, pero no excesivamente extrovertido.
Ser sincero, pero no herir.
Ser firme en las ideas pero no arrogante.
Ser humilde pero no sumiso.
Ser rápido pero no impreciso.
Estar contento pero no ser complaciente.
Ser despreocupado pero no ser descuidado.
Ser amoroso pero no apegado.
Ser pacífico pero no pasivo.
Ser disciplinado pero no rígido.
Ser flexible pero no débil.
Ser obediente pero no ciego.
Ser dulce pero no pegajoso.
Ser moldeable pero no tonto.
Ser introvertido pero no cerrado.
Ser decidido pero no testarudo.
Ser valiente pero no agresivo.

correr el riesgo

Siempre se corre el riesgo...

La seguridad es de tontos ...
de los que no se atreven...
de los que se aseguran,
para no perderse en el abismo
que produce el no saber qué va a pasar.

Siempre corro el riesgo...

Cuando pienso en lo que hago
y también cuando no pienso...
cuando corro y cuando camino...
cuando digo lo que pienso y cuando callo...
cuando tomo decisiones
y cuando me las guardo...
cuando lloro y cuando río.

Siempre corro el riesgo...

Cuando me animo y cuando me acobardo...
cuando digo la verdad y cuando miento...
Cuando me juego por alguien
y cuando no lo hago por nadie.

Siempre se corre el riesgo...

De enamorarse de quien nos corresponde
y de amar a quien no nos ame nunca...
de entregar todo, mucho o poco que tengamos dentro...
de cometer errores pero también aciertos...
de apostar más de una ficha y no entender el juego...
o creer que las sabemos todas e ignorar tantas otras...
de soportarlo todo y no interesarnos por nada.

Siempre corremos el riesgo...

De tomar un camino equivocado o de creer
que el nuestro es el único correcto...
de animarnos o no a hacerlo...
poder creer o creer siempre que no puedo...
permitirme algo o coartar toda posibilidad de ser...
ser no es nada fácil...el no ser no tiene sentido.

Siempre corro el riesgo...

Cuando creo y cuando desconfío...
cuando soy feliz y cuando no puedo serlo...
cuando me permito y me prohíbo...
cuando me acerco y también cuando me alejo...
cuando abro puertas y cuando las cierro todas...
cuando veo una luz y cuando ando a oscuras...
cuando afirmo y cuando niego...
cuando elijo algo nuevo,
cuando me aburro de lo viejo...
cuando me río de mi mismo
y cuando lloro por lo ajeno.

Siempre corro el riesgo...

Cuando sostengo...cuando me caigo...
cuando estoy atento... cuando me distraigo...
cuando conozco algo nuevo
y me aferro a lo que tengo...
cuando llego demasiado temprano...
o cuando creo que para todo es tarde.

Siempre corremos el riesgo...

Cuando acepto todo sin cuestionarme nada...
cuando reveo mi historia
y me otorgo sólo desdichas...
cuando me sorprendo y cuando me aburro...
cuando llego y cuando creo que nunca alcanzo...
cuando construyo y también cuando me quiebro...
cuando me castigo por un fracaso...
o me galardono por un éxito
cuando me enojo y cuando protesto...
cuando se abren nuevos caminos
y cuando no veo ninguno.

Siempre corro el riesgo...

Cuando piso fuerte y cuando resbalo...
cuando hiero y desestimo
y cuando pido perdón y me arrepiento...
cuando me veo en el espejo y me agrado
y también cuando no me miro...
cuando recuerdo y cuando olvido...
cuando comparto todo
o cuando todo me lo guardo...
cuando me cuido
y también cuando me abandono.

Siempre corro el riesgo...

Cuando propongo una idea
o no se me ocurre ninguna...
cuando admiro lo bello
y cuando me creo más que otros...
cuando me equivoco y también cuando acierto...
cuando pido perdón y cuando digo gracias...
cuando salgo a la calle a buscarte
y cuando vuelvo convencido
de que no voy a encontrarte...
cuando huelo tu perfume y no te veo...
cuando miro un mundo de colores...me ilusiono
y después me tropiezo..
cuando me levanto y cuando me acuesto..
cuando te cuento que de alguna manera
soy yo quien escribe
y también soy yo el que siento.
No apuestes a lo seguro...
a lo previsible....
ve un poco más allá...

¡corre ese riesgo!

martes, 20 de agosto de 2013

La parábola de la parábola

La parábola de la parábola

Hace mucho tiempo andaba la Verdad por las calles, en los pueblos, tratando de hablar con la gente, pero la gente no la quería, la despreciaban solamente por las ropas que llevaba. La Verdad andaba con harapos, sin lujos, sin pretensiones, tan simple, pura y sencilla como la Verdad.

La Verdad siempre trataba de acercarse a la gente, de entrar en sus hogares, pero siempre fue despreciada y humillada, pues nadie la quería por sus vestiduras harapientas.

Un día la Verdad andaba caminando y llorando, muy triste por todo esto, hasta que de repente se encuentra a alguien muy alegre, divertido, vestido con colores muy llamativos y elegantes y toda la gente la saludaba!!!.....Era la Parábola!!!

...Y  la Parábola ve a la Verdad y le dice: "Verdad, ¿por qué lloras?"

La Verdad le responde: "La gente me desprecia y me humilla! Nadie me quiere ni me aceptan en sus casas!"

La Parábola le dice: "Claro, Verdad... Te entiendo; lo que pasa es que tienes que vestirte como yo, con colores y bien elegante....y verás el cambio"

Parábola le prestó uno de sus vestidos a Verdad y desde ese día, como un milagro, de repente, la Verdad fue aceptada por la gente y era querida por todos...



Moraleja:

Nadie acepta la Verdad desnuda. Todos la prefieren disfrazada con ropas de Parábola.

viernes, 16 de agosto de 2013

¡Aferrate!

Aférrate a la fe porque es la fuente de la creencia de que todo es posible. Es la fibra y la fortaleza de un alma confiada.

Aférrate a la esperanza porque destierra la duda y da lugar a actitudes positivas y alegres. 

Aférrate a la confianza porque se encuentra en el corazón de las relaciones fructíferas que son seguras y satisfechas. 

Aférrate al amor porque es el don más preciado de la vida, porque es generoso, se preocupa y da significado a la vida. 

Aférrate a la familia y a los amigos porque son las personas más importantes en tu vida y porque hacen del mundo un lugar mejor. Ellos, son la vida que ha crecido con el tiempo para alimentarte, ayudarte a seguir tu camino y permanecer siempre cerca de ti. 

Aférrate a todo lo que eres y a todo lo que has aprendido, porque esto es lo que te convierte en un ser singular. No menosprecies lo que sientes y lo que crees que es bueno e importante; tu corazón te habla con más fuerza que tu mente. 

Aférrate a tus sueños, alcánzalos de manera diligente y honrada. No tomes nunca el camino más fácil ni te rindas ante el engaño. 

Recuerda a otros en tu camino y dedica tiempo para atender sus necesidades. Disfruta de la belleza que te rodea. Ten valor para ver las cosas de manera diferente y más clara.

Haz del mundo un lugar mejor día a día y no te olvides de las cosas importantes que dan significado a tu vida.

viernes, 9 de agosto de 2013

Vivir despacio

No tengo prisa. ¿Prisa de qué?
No tiene prisa el sol y la luna: están seguros.
Tener prisa es creer que la gente pasa delante de las piernas, o que, dando un brinco, salta por encima de la sombra.
No; no sé tener prisa.
Si extiendo el brazo, llego exactamente a donde mi brazo llega, ni un centímetro más allá.
Toco sólo donde toco, no donde pienso.
Sólo me puedo sentar donde estoy.
Y esto hace reír como todas las verdades absolutamente verdaderas, pero lo que hace reír seriamente es que nosotros pensamos siempre en otra cosa, y vivimos ociosos de nuestra realidad.
Y estamos siempre fuera de ella porque estamos aquí.

Fernando Pessoa.

jueves, 8 de agosto de 2013

Descontar

Hay un proverbio hindú que dice que envejecemos, enfermamos y morimos, porque hemos visto a otros envejecer, enfermar y morir. Aunque puede sonar metafórico, es motivo de observación descubrir qué tanto de nuestros procesos físicos de deterioro, salud o condiciones para la vida se derivan de ciertas programaciones colectivas con respecto al tiempo y a la edad.


Si revisamos los mapas que tenemos construidos en la mente, encontraremos que mucho de lo que queremos, a lo que aspiramos o tenemos, está organizado cronológicamente como en una tabla de conteo. A cierta edad ya debimos de haber hecho o logrado ciertas cosas, así como también tener una apariencia determinada.



Efectivamente hay edades para todo, sin embargo la vida es mucho más que un esquema plano. Ahora más que nunca, con todos los cambios a nivel individual, familiar y social que parecen descomponer a las estructuras tradicionales,  los conteos sobre las edades generan mucha frustración.



Cuántas veces cuestionamos nuestras vidas porque supuestamente a la edad que tenemos ya deberíamos haber formado una familia sólida, estar en un trabajo estable, tener una casa, etc. 
El logro de objetivos es positivo, pero su contraparte cuando proviene de una programación hipnótica, es que al no obtenerlo sentimos que hemos fracasado, y también está cargada de creencias como que a cierta edad ya tenemos que pintar canas y sentir los achaques o enfermedades propios de esos años.



El cuerpo obedece a la mente, y si ésta está cargada de paquetes de información que indican detrimento, así será. El cuerpo físico tiene su propio ciclo, pero descubrir qué tanto de lo que creemos marca su aceleración tal vez nos dejaría sorprendidos.



Con la velocidad de los cambios que enfrentamos a todos niveles, podríamos soltar aunque sea por un momento las relaciones edad, logro de objetivos, y en su lugar, concedernos el espacio de sentir si lo que buscamos es lo que realmente anhelamos, o si en las cosas que invertimos tiempo, dinero y energía son realmente para la realización de nuestro ser o para la complacencia de los demás, y si eso nos lleva a estar en paz o en guerra con nosotros mismos.



Es diferente invertir en cosas externas que sólo generan acumulación o alivio momentáneo, que en experiencias. La perspectiva cambia completamente cuando soltamos un número cronológico en bloques de décadas, para poner en su lugar valores internos.



No es lo mismo ir al gimnasio para obtener un cuerpo que todos vean, que el disfrute del movimiento y la respuesta de la increíble maquinaria humana. Las personas que lucen jóvenes aun en una edad madura están más alejadas de las programaciones colectivas que el resto.



Como simple experimento sería interesante desconectarse, aunque sea por unos días, de todo eso que colectivamente hemos determinado como cronograma para una oficina y un molde prefabricado para llevar la vida. Somos infinitamente más e incalculablemente mejores que en nuestros sueños más salvajes.